AGENART
Pieza del mes: Diciembre 2022
Sergio Ramiro Ramírez
La imagen de Nuestra Señora de Atocha fue, y sigue siendo, una de las más relevantes del paisaje devocional de Madrid. Su culto contó con la protección de la Corona, incluso antes del asentamiento de la corte de manera estable en la villa a partir de 1561. Tradicionalmente se ha reconocido al emperador Carlos V (1500-1558) como el primer responsable de la fundación del convento de dominicos que la albergó durante toda la Edad Moderna, y cuyo templo actual es fruto, en gran parte, de una reconstrucción llevada a cabo en el siglo XX [Figura 1]. Hasta el momento, no se ha podido aclarar si el emperador encargó directamente arquitecturas o legó objetos artísticos para el cenobio en esta primera etapa de su existencia. Sin embargo, sí podemos afirmar que la emperatriz Isabel de Portugal (1503-1539) tuvo un papel protagonista en la conformación del espacio donde se custodió y veneró la escultura de la Virgen de Atocha durante gran parte del siglo XVI. Este no es más que un nuevo ejemplo de la implicación de la emperatriz en las empresas artísticas de la Corona, sobre las cuales aún nos queda mucho por explorar.
Según los distintos cronistas que desde el siglo XVII se ocuparon de subrayar la antigüedad del templo dominico, el emperador accedió a proteger el cenobio tras la petición de su confesor Juan Hurtado de Mendoza. No obstante, según estos mismos autores, no sería hasta finales del reinado de Felipe II (1527-1598) cuando la monarquía se interesó por mantener una vinculación más estrecha con el monasterio. Una protección que, en el siglo XVII, se convertiría en un patronato continuo, manifestado a través de sucesivas intervenciones arquitectónicas y decorativas en el edificio. Esto último coincidió con un aumento de la devoción y fama de la Virgen de Atocha, lo que favoreció que fuese abundantemente representada en su camarín en numerosas pinturas y estampas que devuelven una imagen de su emplazamiento durante esta centuria [Figura 2].
La comunidad de dominicos se había establecido en el siglo XVI sobre un templo del siglo anterior que contaba con una capilla en el lado del evangelio para la talla titular de Nuestra Señora de Atocha, datada entre los siglos XIII y XIV. A lo largo de todo el siglo XVI, la arquitectura de la iglesia debía encontrarse en un estado algo precario, por lo que en torno al año 1585 comenzó la reforma de la capilla mayor, gracias a una donación de Beatriz de Velasco, hija de los condes de Nieva. Esta obra concluyó en 1598 y, tras ella, según lo recogido por Gabriel Cepeda en su Historia de la milagrosa y venerable imagen de N.S. de Atocha (Madrid, 1670), el rey Felipe II destinó 4.000 ducados para la reconstrucción de parte del templo, comisionada al arquitecto Francisco de Mora, siguiendo esta vez una petición del prior fray Hernando del Castillo.
La petición al monarca requería fondos para la capilla mayor, pero Felipe II también quiso destinar parte del dinero a adecentar la capilla de Nuestra Señora de Atocha. No sólo porque se trataba de una de las partes más importantes y necesitadas del templo, sino también por un motivo emotivo y dinástico. Sabemos esto porque unos años antes, el 6 de abril de 1586, Felipe II lo dejó por escrito en algunas cuestiones planteadas por su secretario Mateo Vázquez de Leca a través de un billete, es decir, una comunicación escrita que contenía las respuestas del rey al secretario. Gracias a este documento sabemos que Felipe II había accedido a financiar la intervención sobre la capilla mayor, y también que tuvo un recuerdo para la pequeña capilla de la Virgen porque la había mandado construir su madre, la emperatriz Isabel de Portugal (1503-1539) [Figura 3]:
A fray Diego de Chaves mostre lo que dize Fray Hernando de Castillo, de la capilla mayor del monasterio de Nuestra Señora de Atocha, y por razones de mucha consideracion que apunto es de parecer que se diga al Prior que muy en hora buena acepta la clausula de la manda, y teniendolo V. Majestad por bien, se lo avisara el de parte de Vuestra Majestad, que mandara lo que fuere servido.
[Mateo Vázquez de Leca a Felipe II]
Lo mismo me parece por las raçones que me dixo que parece que lo sonare y asi le decid que lo podra responder al prior pero decile y que despues que me hablo en esto se me ofrecio lo que agora dire y es que la capellica donde solia estar la imagen de Nuestra Señora la mando hazer la emperatriz my señora que esta en Gloria y en esto me parece que sera justo que yo mande hazer la capilla que se ha de hazer para la dicha imagen que es pequeña y costara poco y que desta manera sera justo que no entre esta capilla con la mayor [1]
[Respuesta al margen de Felipe II a Mateo Vázquez de Leca]
[1] Billete de Mateo Vázquez de Leca para Felipe II, San Lorenzo de El Escorial, 6 de abril de 1586, British Library, Add MS 28263, fol. 381r.
La reforma de la capilla de Atocha fue ordenada por Felipe II en 1598, el mismo año de la muerte del rey, y luego continuada por su hijo Felipe III cuando, a partir de 1610, el arquitecto Juan Gómez de Mora la desmontó y reconstruyó por completo. Diversas modificaciones se sucedieron también a lo largo de los reinados de Felipe IV y Carlos II en todo el templo que afectaron también al espacio donde se alojaba la imagen [Figura 4]. Por consiguiente, se hace imposible recrear el aspecto original de la comisión de Isabel de Portugal, ya que no conservamos tampoco testimonios gráficos.
No obstante, sabemos que Isabel de Portugal ordenó construir esta capilla antes de su fallecimiento en 1539, siempre en previsión de utilizarla durante sus estancias en la ciudad. No sería extraño que la emperatriz también hubiese querido hacer uso de un cuarto real a construir anexo a la capilla mayor, tal y como se ejecutó con posterioridad. De hecho, tenemos constancia de que Isabel de Portugal se interesó por este tipo de espacios, incluso en lugares muy alejados de las ciudades principales donde se establecía la corte. Este es el caso del monasterio de Santa María de Nieva, en la provincia de Segovia, donde ordenó reformar para ella un cuarto real que había estado tradicionalmente relacionado con las mujeres de la casa real castellana desde la Edad Media.
Otra capilla que la emperatriz se encargó de alhajar fue la de Nuestra Señora del Rosario de Valladolid, perteneciente al hospital y cofradía de la misma advocación, que se encontraba anexa al palacio del consejero Francisco de los Cobos y Molina, donde se alojó en repetidas ocasiones. Durante sus estancias en palacio—en especial en la última y más larga que se extiende desde verano de 1536 hasta septiembre de 1538—, la emperatriz asumió el patronato de la iglesia hospitalaria y la favoreció con la donación de un cáliz y el encargo de un retablo. Asimismo, mandó edificar una tribuna de trece pies de ancho (casi cuatro metros) y unos veinticuatro pies de largo (poco más de siete metros) con su correspondiente balcón hacia el templo. La emperatriz consideró siempre esta tribuna de su propiedad y, en su última salida de palacio, en 1538, dejó expresamente ordenado a sus cofrades y capellanes que no se modificase en nada el acceso desde palacio hasta que ella misma volviese a utilizarlo. Su fallecimiento en la primavera de 1539 en Toledo impidió que volviese a usarlo.
Desafortunadamente, la destrucción patrimonial posterior nos ha impedido comprobar cuál fue el aspecto de las intervenciones de Isabel de Portugal en Valladolid. Al igual ocurre con esa capilla que la emperatriz mandó construir en la iglesia de Nuestra Señora de Atocha y que su hijo Felipe II mantuvo en su memoria a la hora de patrocinar nuevas obras en el templo madrileño. Esperamos que nuevas noticias como estas sigan apareciendo para reconstruir una historia más completa de la arquitectura devocional promocionada por las mujeres de la Casa de Austria.
Sergio Ramiro Ramírez, “La emperatriz Isabel de Portugal y la primera capilla para Nuestra Señora de Atocha”, en AGENART, 13 de diciembre de 2022 [accesible online en https://agenart.org/blog/].
Bibliografía (selección)
- María Cruz de Carlos Varona, “Artista sin identificar, Madrid. Ceremonia delante de la Virgen de Atocha”, I Segni nel tempo. Dibujos españoles de los Uffizi, ed. Benito Navarrete Prieto (Florencia-Madrid, Gallerie degli Uffizi-Fundación Mapfre, 2016), 224–225, no. 112.
- Raúl Gómez Escribano, Atocha, quinientos años de historia de Madrid (Tesis doctoral inédita: Escuela Técnica Superior de Madrid, 2019).
- Diana Lucía Gómez Chacón, El monasterio de Santa María la Real de Nieva: reinas y predicadores en tiempos de reforma (1392-1445) (Segovia: Diputación de Segovia, 2016).
- Benito Navarrete Prieto, “La Virgen de Atocha, Maíno y el cardenal Del Monti”, Ars Magazine 51 (2021), 62–70.
- María José Redondo Cantera, “La arquitectura de Carlos V y la intervención de Isabel de Portugal: palacios y fortalezas”, en Carlos V y las artes: promoción artística y familia imperial, ed. María José Redondo Cantera y Miguel Ángel Zalama Rodríguez (Valladolid: Junta de Castilla y León/Universidad de Valladolid, 2000), 67–106.
- Jeffrey Schrader, La Virgen de Atocha: los Austrias y las imágenes milagrosas (Madrid: Ayuntamiento de Madrid, 2006).
- Jesús Urrea Fernández y María Aranda Alonso, “El templo, la capilla y el camarín de Nuestra Señora de Atocha de Madrid”, Boletín del Seminario de Arte y Arqueología, Arte 77 (2011), 119–140.
Pies de foto e información de imágenes referidas en el texto:
- Figura 1. Monasterio de Nuestra Señora de Atocha, en Pedro Teixeira, Topographia de la Villa de Madrid,1656, hoja 20 (detalle). Estampa calcográfica, 180 x 285 cm. Madrid, Biblioteca Nacional de España, INVENT/23233.
- Figura 2. Juan Carreño de Miranda, La Virgen de Atocha, h. 1680. Óleo sobre lienzo, 218 x 148 cm. Madrid, Museo Nacional del Prado, P5536.
- Figura 3. Tiziano Vecellio, La emperatriz Isabel de Portugal, 1548. Óleo sobre lienzo, 117 x 98 cm. Madrid, Museo Nacional del Prado, P5536.
- Figura 4. Reconstrucción de la planta y alzado del convento de Nuestra Señora de Atocha, a partir de la planimetría de Juan Gómez de Mora (1612), en Urrea Fernández y Aranda Alonso, “El templo, la capilla y el camarín de Nuestra Señora de Atocha de Madrid”, p. 123.