Las dos Isabeles

AGENART
Pieza del mes: Febrero 2023
Cécile Vincent-Cassy

La proclamación por el Papa Urbano VIII de la santidad de Isabel, infanta de Aragón y reina de Portugal (1271-1336) en mayo de 1625, fue el resultado de las peticiones conjuntas de los reinos de Portugal y Aragón a Felipe III y Felipe IV [Figura 1]. Estos dos monarcas, como reyes de España y de Portugal, apoyaron la causa de canonización. Su mediación siempre era necesaria para que una causa llegara a buen puerto. Pero algo distingue esta canonización de las demás: aquí, el criterio hagiográfico de la realeza se tuvo especialmente en cuenta por primera vez en la exitosa historia habsbúrgica de las canonizaciones. El famoso predicador trinitario Fray Hortensio Félix de Paravicino así lo subrayó, al contrastar las virtudes de la santa canonizada en 1625 con las de los santos españoles canonizados tres años antes: Ignacio de Loyola, Francisco Javier y Teresa de Ávila.


“Si en la ultima canonizacion que aviamos de santos Españoles, hizo alarde de pobres humildes religiosos, que conforme al un parecer lo avian dexado todo: tambien le haze aora de Grandes, de Reynas, a quien todo deve servir”.

Desde el siglo XIV, la asociación de la santidad con el carisma de la nobleza, encarnado en la realeza de un santo o una santa, se usaba cada vez menos en la literatura hagiográfica. Las virtudes indispensables eran la humildad y la pobreza, y ambas se encontraban en la figura ejemplar de Isabel de Portugal. Sin embargo, en la España del siglo XVII, algunos de los santos más destacados serían de extracción real, como san Fernando III o santa Casilda, una princesa mora del siglo XI convertida al cristianismo. Se constata de este modo que la realeza comenzó a equipararse con la perfección del alma a partir de la canonización de Isabel de Portugal. A través de su ejemplo, lo regio vino a convertirse en una virtud cristiana. De ese momento en adelante, la realeza justificaría la santidad, y no al revés. Esta inversión de términos impregnaría la agencia artística y devocional de la reina Isabel de Borbón, primera esposa de Felipe IV, quien la tomó como modelo.

De hecho, porque supervisaba la educación de los príncipes, tanto su formación religiosa como política, la reina tenía que llegar a ser un modelo de virtud. Más que ninguna otra persona, Isabel de Borbón siguió el ejemplo de santa Isabel de Portugal, y llegó a tenerle especial devoción. Ya en 1616, menos de un año después de haber sido desposada con el futuro Felipe IV, Jerónimo Dalmao, agente de los diputados aragoneses en Madrid, se encargaba de obtenerle una copia de la vera effigies de santa Isabel de Portugal hecha por el pintor Santiago Román, hoy perdida. Señalaba Dalmao que “el retrato de la santa reina Isabel se hallaba en el guardajoyas de su Majestad y con mucha brevedad se sacar[í]a una copia”.

En el último tercio de 1625, justo tras su canonización, el franciscano Juan de Torres publicó una hagiografía de santa Isabel de Portugal. Queda claro en la dedicatoria que la obra se concebía como un espejo para la reina consorte:


“A la Catolica Magestad de la Reyna nuestra Sefiora, doña Isabel de Borbon. Si como dize S. Gregorio, las vidas de los Santos son espejos, en que se miran los fieles, la vida de Santa Isabel es con mayor propiedad espejo de V. Magestad, en quien suplico se sirva de poner sus Reales ojos, y verá como se le parece en el nombre, en el Reyno, en ser de la Tercera Orden, y en sus virtudes: en que hallará muchas que poder imitar”.

En el inventario post mortem de los bienes de Isabel de Borbón figuran pinturas de la santa. Las obras no han sido identificadas. Una hipótesis es que una de ellas fuera la Santa Isabel de Portugal del Museo del Prado pintada por Zurbarán en torno a 1635 [Figura 2], que tiene toda la apariencia de ser un “retrato a lo divino”. Es contemporánea de la comedia de Francisco de Rojas Zorrilla titulada Santa Isabel, Reina de Portugal que la reina Isabel de Borbón hizo representar en su aposento del Alcázar de Madrid el 18 de septiembre de 1635. Pero por el poco parecido entre el rostro de la santa y el de la soberana, y el poco respeto hacia la iconografía fijada en el proceso de canonización, se puede pensar más acertadamente que su comitente fuera una dama de la corte, o incluso que no se tratara de santa Isabel de Portugal sino de santa Casilda. Muy probablemente, la, o las, obras que Isabel de Borbón tendría en sus aposentos se parecería(n) en cambio a la vera effigies grabada en la estampa de Galle. Esto es, se representaría a la santa reina en busto o de pie, de frente, ya viuda, con el hábito de terciaria franciscana, llevando el báculo en la mano derecha, la corona real en la cabeza y unas flores en el regazo [Figura 3].

La identificación entre las dos Isabeles se hizo visible en la procesión madrileña del 18 de julio de 1625, donde la imagen de la santa se llevó hasta el convento de las Descalzas Reales para celebrar su canonización. La reina cosió el hábito con el que se vistió la escultura, y la adornó con sus joyas y una corona suya. La santa Isabel de Portugal iba vestida, por así decirlo, de Isabel de Borbón.


“El Domingo passado se hizo la procession general que escrivia a V.S. se havia de hazer por la canoniçacion de la Sta. Reyna Isabel, fue en ella su imagen al bulto en andas y la llevavan religiosos y su Magestad de la Reyna la hizo un bestido de tercianela parda bordado todo de plata y sembrado de lentejuelas y en el puestas cassi todas las joyas de diamantes de la Reyna, con su corona de diamantes y collar y cinta de la mismo. Llevava en la mano derecha una flor. y en la izquierda un baculo todo de diamantes”[1].

[1] Archivo de la Diputación de Zaragoza, Ms. 781, fols. 330 v‑ 332 r.

La confusión entre ambas Isabeles llegó a su apogeo a la muerte de la reina en 1644. En su opúsculo, el historiador y apologista José Micheli y Márquez presentó a la difunta como una copia, un retrato de santa Isabel de Portugal que los vasallos debían venerar, como a una santa. En adelante, Isabel de Borbón sería el amparo de sus vasallos desde el cielo de los elegidos.


“No te adoramos magnánima madre, dulce, y entendísima reina como a Apis, aunque a tu alma recibida en el cielo, ofrecer pudiera, sino ostias, nuestro sacrificio, votos a lo menos nuestro cuidado: venerémoste, sí, como a un retrato de aquella pía, católica, y santa Isabel, pues en la humildad, en el temor de Dios, en la oración continua y trato con Él, en la defensa de la religión y en la felicidad de algunas batallas fuiste tan dichosa por tu cuidado”.

Cécile Vincent-Cassy, “Las dos Isabeles”, en AGENART, 6 de febrero de 2023 [accesible online en https://agenart.org/blog/].


Bibliografía (selección)

  • José Micheli y Márquez, El cristal más puro representando imágenes de divina y humana política, para ejemplo de príncipes, labrado de las acciones heroicas de Doña Isabel de Borbón, reina de España (Zaragoza: Hospital General de Nuestra Señora de Gracia, 1644).
  • Fray Hortensio Félix Paravicino, Santa Isabel gloriosissima Reyna de Portugal. Sermon o oracion evangelica en la Solenidad de su Canonizacion. El Rey nuestro Señor el Grande, Quarto de su nombre, la mandó celebrar en su Real Capilla. El Maestro Fray Hortensio Felix Paravicino, Predicador de su Magestad, del Orden de la Santissima Trinidad, Y Redencion de cautivos, la dixo (Madrid: Imprenta Real, 1625).
  • Felipe B. Pedraza Jiménez, “El teatro cortesano en el reinado de Felipe lV”, en Teatro cortesano en la España de los Austrias, dir.José María Díez Borque (Madrid: 1988), 75–103.
  • Felipe B. Pedraza Jiménez, “Rojas Zorrilla ante la comedia de santos: Santa Isabel, reina de Portugal”, en Homenaje a Henri Guerreiro: la hagiografía entre historia y literatura en la España de la Edad Media y del Siglo de Oro, ed. Marc Vitse (Madrid-Pamplona, Iberoamericana-Vervuert, 2006), 967–983.
  • Eliseo Serrano Martín, “Entre devoción y política: la canonización de Isabel de Aragón, reina de Portugal”, en Discurso religioso y Contrarreforma,coord. Eliseo Serrano Martín, Antonio Luis Cortés Peña y José Luis Betrán Moya (Zaragoza: Diputación de Zaragoza-Institución Fernando el Católico, 2005), 79–100.
  • Juan de Torres, Vida y milagros de santa Isabel Reyna de Portugal. Infanta de Aragon, de la Tercera Orden de nuestro Padre S. Francisco a la Catolica y Real Magestad de la Reyna de las Españas doña Isabel de Borbon N. S. (Madrid: Imprenta Real, 1625).
  • Cécile Vincent-Cassy, “Quand les reines étaient saintes. La canonisation de sainte Élisabeth de Portugal (1271-1336) et la Monarchie espagnole au XVIIe siècle”, en Faces de Eva. Estudos sobre a Mulher 7 (2002), 127–144.
  • Cécile Vincent-Cassy, “Coronada en la tierra y canonizada para el Cielo: santa Isabel de Portugal y la reina Isabel de Borbón”, en Vírgenes, reinas y santas: modelos de mujer en el mundo hispano, ed. David González Cruz (Huelva: Universidad de Huelva, 2007), 59–72.

Pies de foto e información de imágenes referidas en el texto

  • Figura 1. Cornelius Galle, S. Elisabetha Lusitaniae Regina. Vixit an. LXV Obiit an MCCCXXXVI, en António Vasconcelos, Anacephalaeoses, id est, Summa capita actorum regum Lusitaniae, Amberes: Pedro & Juan Belleros, 1621, p. 90. Grabado.
  • Figura 2. Francisco de Zurbarán, Santa Isabel de Portugal (?), h. 1635. Óleo sobre lienzo, 184 x 98 cm. Madrid, Museo Nacional del Prado, P001239.
  • Figura 3. Artista español sin identificar, Santa Isabel de Portugal, siglo XVII.  Óleo sobre lienzo, 186 x 111,5 cm. Zaragoza, Museo de Zaragoza, Inv. 9369.